El trabajo que hacía Ramón en
el pueblo consistía en labores del campo que comenzaban con los primeros rayos
de sol de la mañana, finalizando en el ocaso del día, realizando las distintos trabajos agrícolas, era un trabajo duro
pero compensado con una vida sana al aire libre y sin complicaciones.
Un día Luis, un vecino que trabajaba en la ciudad, le comentó que
necesitaban personal en su empresa.
Sopesando los pros y los contras,
un invierno a finales de 1972, dejaron el frío y agreste pueblo castellano, con
la ilusión de una mejoría laboral. Toda la familia de Ramón se desplazó a un
modesto pisito en alquiler en la gran ciudad, una cuarta planta sin ascensor ni calefacción, en un barrio
obrero de la periferia, con vistas a un pequeño vertedero.
El nuevo trabajo en la
ciudad, comenzaba a las ocho de la mañana, el primer día salíó de su casa a las
seis para no llegar tarde, por tener que cruzar la ciudad, en dos medios de
transporte.
El trabajo consistía
principalmente en cargar enormes masas de carne, de unos ganchos a los camiones
de reparto y otras labores poco gratificantes, para llegar a casa deslomado
hacia las diez de la noche y sin apenas cenar quedar profundamente dormido. Desde
aquel primer día, pasaron 43 largos años hasta el día de su jubilación.
En el pueblo el trabajo era
de sol a sol, pero sin agobios ni carreras, en la ciudad, salía al amanecer con su bolsa y su tartera y regresaba de noche cansado y desganado, recibiendo
a fin de mes un sueldo que le daba para
pocas alegrías.
En muchas ocasiones a lo
largo de su vida laboral, las añoranzas de su pueblo le producían un estado
melancólico, recordaba con tristeza la naturaleza, la libertad y las partidas
de mus de los domingos, llegando en muchas ocasiones a maldecir el día que se le
ocurrió ese cambio tan erróneo.
Hoy está feliz, con una
modesta jubilación, pero en el pueblo de donde decía que nunca debió salir, feliz con su
pequeño huerto y algunos amigos de juventud.
Por contra, su mujer no está muy conforme por el regreso y alejamiento de sus hijos, que quedaron en la
ciudad y que de cuando en cuando los visitan.
También me comentaba que en
muchas ocasiones había pensado en el tiempo malgastado en una ciudad donde
nunca se integro y donde casi todos los días fueron iguales.
En los años 60 comenzó La España Vaciada,
con mejor o peor fortuna, muchos campesinos arribaron a las grandes ciudades
con la esperanza de mejorar su vida y la de los suyos, son muchos como Ramón los que no lo consiguieron.