Celso había cumplido 24
años cuando consiguió su primer trabajo fijo relacionado con sus estudios
superiores, era el hombre mas feliz de la tierra, en pocos meses comenzó a
hacer planes de boda con su novia que
unos años atrás había conocido en la universidad.
Azucena también estaba contenta con su puesto de trabajo en unos grandes almacenes, como coordinadora.
Después de una boda austera, fueron a vivir de
alquiler a la periferia de la ciudad,
hasta que decidieron comprar un piso. En aquellos años los bancos con
una nomina decente ofrecían incluso el 100x100 de la hipoteca.
Pasaron tres años y la
empresa de Celso había entrado en concurso de acreedores, ese mismo mes ya no
le pagaron el sueldo.
En pocos días arregló los
papeles del paro, que comenzó a cobrar el mes siguiente, con la consiguiente
merma de ingresos.
El paro acabó y la crisis se
acentuaba, el sueldo de Azucena les daba para comer y los gastos corrientes, la
hipoteca no la podían pagar.
Intentaron vender el piso
perdiendo lo que llevaban amortizado, pero la inmobiliaria les dijo que valía
aproximadamente la mitad de lo que debían al banco.
La única solución que
encontraron fue alquilar el piso, e ir a
vivir cada uno con sus padres para poder
pagar la hipoteca.
Pasados seis meses Celso consiguió un trabajo de camarero, pero la
relación se había enfriado de tal manera, que decidieron divorciarse.
Dos años mas tarde los
inquilinos dejaron de pagar, desde aquel momento Azucena y Celso empleaban casi
todo su sueldo para pagar la hipoteca, dieciséis meses después el juzgado desahució a los inquilinos, cuando al fin
quedó el piso vacío necesitaba una
reforma general.