Juan Luis se despertó
a las 11, en ese momento ya estaba en el nuevo trabajo, ya no tenía que
madrugar, “que suerte vivir tan cerca del trabajo”.
Hace casi dos años
tomaba un autobús, luego el metro, después otro autobús, total hora y media de
carreras, agobios y empujones hasta llegar al trabajo, una vez allí le esperaba
su jefe, un señor con bigote y cara de pocos amigos, que le daba la bienvenida
con algún rapapolvo sin venir a cuento.
Este individuo, lo
tenia todo el día amargado, no cesaba de amenazarlo con el despido, además a
menudo le recordaba que el día que le despidiera, tenía veinte esperando para
trabajar por la mitad de su sueldo. Un día que estaba Juan Luis con el paso
cambiado, reventó, se acordó de alguien de su familia, creo que le sentó un
poco mal, porque le dijo que recogiera sus cosas y pasara por la oficina.
A primera hora del día
siguiente estaba en la oficina de empleo, después de dos horas en la fila le
dijeron amablemente que tenía derecho a seis meses de paro.
Con la prestación
cobraba la mitad de lo que ganaba trabajando, por lo que tuvo que arrimar parte
de sus míseros ahorros para comer y pagar el alquiler.
Finiquitada la
prestación comenzó a cavilar como se las arreglaría, o pagaba el alquiler o
comía, claro, optó por la comida, aunque fuera escasa, podía llenar el buche.
Como suponía, en unos
meses su casero le puso de patitas en la calle, comenzando a deambular hasta
que llegó donde se encuentra, un lugar maravilloso, donde no son necesarios
medios de transporte, eso si, el metro lo tiene en la puerta, y está en contacto
continuo con el público, hay días buenos que puede obtener hasta 20 € sin mover un músculo,
no es mucho, pero con un par de bocatas y un par de bric de tintorro va pasando
sus alegres días.
Como decía al principio, se despertaba y ya estaba en el nuevo curro, además
como vive allí, tiene derechos adquiridos, no le manda ningún energúmeno, ni
tampoco le pueden despedir.
A veces piensa en el
tiempo malgastado desde que comenzó en el colegio, hasta que terminó con
ilusión la carrera de empresariales, casi 20 años estudiando, para ver como
pasan los días, eso si, con mucho tiempo para pensar, en lo que pudo haber sido
y no fue.
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La mayoría de los
mendigos, han tenido otra vida mas digna,
en cualquier lugar de nuestras ciudades puedes encontrar historias como
esta.