En la década de los años sesenta del pasado siglo fueron muchos los trabajadores que emigraron a Europa buscando una vida mejor.
A los mas jóvenes les costaba mas abandonar España y se iban a la costa o a las islas a trabajar los veranos en hostelería.
Nuestro amigo Rufo tenía mas inquietudes que nosotros y lo tenía muy claro, quería salir del pueblo y conocer otros lugares, un día nos comentó que se iría a trabajar a la costa, no quería pasar toda la vida trabajando en el campo.
Y lo hizo, una vez terminado el servicio militar, se fue a una población costera a trabajar, desde allí nos
contaba en una carta que lo estaba
pasando mal, llevaba quince días y no había encontrado trabajo, estaba muy desanimado, llegando a pensar que quizás tendría que volver al pueblo.
En la carta siguiente, nos
decía que había comenzado a trabajar sirviendo las mesas en una terraza de una cafetería, que el
sueldo no era para tirar cohetes, pero las propinas lo hacían bueno, aunque el trabajo era muy intenso.
Pasaron varios meses sin
tener noticias de Rufo, hasta que un día nos sorprendió con una invitación a su boda, enseguida nos reunimos para comentar la noticia, llegando a pensar si sería de "penalty", dado el poco tiempo transcurrido.
Llegado el día, los tres
amigos en el cuatro latas de Manolo nos presentamos en a la boda, cuando llegamos a la iglesia observamos que
todos iban de “tiros largos” en ese momento nos dimos cuenta que a nuestro
amigo se le habían solucionado sus problemas.
El banquete fue en uno de
los mejores locales de la ciudad, con un esplendido menú. Allí fue donde
pudimos confirmar que nuestro amigo había elegido buena compañera, una joven
guapa y al parecer de muy buena familia.
Cuando terminaba el banquete, Rufo se acercó a nuestra mesa, nos contó que
había conocido a su novia en la terraza donde trabajaba y en dos meses estaban viviendo juntos, también nos dijo que su padre era un
importante empresario de la ciudad.
Pocos meses después Rufo llegó al pueblo con su mujer a visitar a sus padres, sentimos un poco de envidia sana,
cuando aparcó su lujoso todo terreno y bajó a saludarnos, no parecía nuestro
amigo Rufo, el cambio de atuendo era notorio, llegamos a pensar que habíamos perdido un amigo, pero no fue así, han pasado los años y seguimos teniendo. una verdadera amistad.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.... o quizás no.
Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.... o quizás no.
Una bonita historia con final feliz cómo a mí me gustan.Saludos cordiales
ResponderEliminarOjalą siempre acabara así. Un beso
ResponderEliminaryo espero que todo lo que cuentas sea verdad y Rufo siga manejando dinerito a manos llenas.
ResponderEliminarKa historia es muy bonita...tuvieron hijos?
Un abrazo
Podría ser real, no todo el mundo cambia si consigue hacerse rico, creo que yo no cambiaría, solo necesito ser rica para demostrarlo y se admiten donaciones para la apuesta. Abrazo
ResponderEliminarLa gente que es verdaderamente normal lo es siempre, aunque la suerte de su vida cambie radicalmente.
ResponderEliminarUn abrazo.
Quizás no...Los amigos verdaderos pueden cambiar de vestuario Matías, pero no de sentimientos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Una buena y gran historia.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es lo que tiene la vida con los "Rufos" de turno.
ResponderEliminarLo fundamental es que a pesar del cambio habido él no cambió.
Abrazos Matías.
No sé si una historia real o ficticia, pero si es cierto tienes en Rufo un verdadero amigo, y eso no es fácil de encontrar.
ResponderEliminarMe gustan las historias, de modo que me quedo en tu blog para seguir leyéndote y te invito a pasar por el mío https://elbaulderita.blogspot.com/ Un saludo
Todo es posible, tu sabrás si fue realidad.
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