Era 1969, un tiempo difícil de olvidar, quizás fuera porque a los 17 años veíamos la vida de otro modo y los malos ratos se soportaban mejor.
Terminado el bachiller,
la situación requería buscar un trabajo, era una pequeña ciudad donde no había ningún tipo de industria, solo
abundaban bares, cafeterías y tabernas, las fábricas eran inexistentes.
Comencé
a trabajar en una cafetería como ayudante, el dueño resultó ser un moroso, como muchos que había en aquellos años, cumplido el primer mes, le
pregunté por mi sueldo, me dijo que no tenía dinero, me tuve que despedir sin
cobrar, Treinta y cuatro días que se quedó el
muy cabrón.
Mi
segundo trabajo fue un poco mejor, cobré el primer mes, para el segundo al
parecer ya no había liquidez, otro sinvergüenza que me perjudicó otros cuarenta días.
En
aquellos años, lo de reclamar a los sindicatos verticales mejor ni hablar, en
lugar de defenderte, te aconsejaban que por tu bien no denunciaras.
Dicen que a la tercera va la vencida, un amigo me recomendó para trabajar donde trabajaba él, una de las pocas
cafeterías con un propietario honrado, me dio de alta en el seguro y me pagó
religiosamente.
Era
una cafetería de moda, donde se reunían sobre todo jóvenes universitarios, la mayoría tomaban cañas o refrescos, unos intentaban ligar, otros jugaban en la
maquina de petacos y otros en torno a un tocadiscos de monedas, de aquellos que
con dos pesetas escuchaban una canción conocida.
Fueron
dos años de trabajo bastante llevadero, ameno y con tiempo libre para salir con
los amigos.
Por
aquellas fechas inauguraron una discoteca en la ciudad, fue una novedad
increíble, alucinábamos con aquellas lucecitas que se reflejaban en todos los
rincones, los mas atrevidos hacían verdaderos malabares y extrañísimas
flexiones, al son de la música de Rolling, Creedence, Zeppelin o Beatles, que
eran los grupos de moda.
El
hábito de ir al cine era masivo, los mas pudientes iban a las sesiones de
estreno, el resto nos conformábamos viéndolas después de 20 o 30 días en otros
cines con programas dobles y sesión continua con su Nodo correspondiente.
Como consecuencia del auge de los coches, se pusieron de moda una serie de mesones, que instalaron varias carreteras a diez o quince kilómetros de la capital, donde se bebía, se comía y los que sabían, cantaban, acudían con sus vehículos fardando de automovil, aunque fuera un utilitario de tercera mano.
Como no podía ser de otro modo cuando la zona de tapeo dejó de estar de moda, el propietario de la cafetería tuvo que prescindir de la mitad de los camareros, por supuesto nos tocó a los mas jóvenes buscar otro empleo, pero esa historia para otra ocasión.
Como consecuencia del auge de los coches, se pusieron de moda una serie de mesones, que instalaron varias carreteras a diez o quince kilómetros de la capital, donde se bebía, se comía y los que sabían, cantaban, acudían con sus vehículos fardando de automovil, aunque fuera un utilitario de tercera mano.
Solo
me resta comentar que en aquellos años pasábamos de políticas, políticos y
economías, excepto de la economía
sumergida que era práctica habitual, había menos envidias, menos rencores,
menos odios, teníamos menos dinero, pero seguramente éramos mas felices.
Es cierto la política no era el centro de todas las conversaciones como ahora y viciamos mas sosegados. Un abrazo
ResponderEliminarEn esas edades la política no figuraba en nuestro día a día, no la necesitábamos...y la felicidad dependía de otras cosas, más sencillo todo, en fin, recordar es vivir.
ResponderEliminarAbrazo =)))
Qué tiempos aquellos. Cuántos recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.