Su única compañía eran unos
gallos de pelea para apuestas clandestinas, pero tenía
la ilusión de tener un loro que le hablara,
y decidió acercarse a la pajarería.
- Buenos días, quería comprar un loro parlante para enseñarle algunas palabras y me haga un poco de compañía.
- Solo tengo este que
trajeron ayer no se si hablará, cuesta 300.-
- Me parece un poco caro,
pero me lo llevo.
Al día siguiente comenzó a
decirle palabras al loro, pero este ni caso, pasó una semana y el loro no había
dicho ni pío.
Decidió hablarle en tono mas
cariñoso - Habla lorito - - habla lorito -, pero nada, pasó otra semana y el loro no
decía ni una palabra.
Un día muy enfadado cogió
con las dos manos al loro por el cuello gritándole: ¡di algo desgraciado! ¡di
algo desgraciado!, pero el loro no decía absolutamente nada. Esa noche muy enfadado, lo tiró en la nave de los gallos de pelea para que
dieran cuenta de el.
A la mañana siguiente fue a
la nave de los gallos a ver que habían
hecho con el loro, la sorpresa fue mayúscula, estaban todos los gallos muertos
menos uno, al último lo tenía cogido por el cuello diciéndole ¡di algo
desgraciado! ¡di algo desgraciado!.
Como la vida misma, gracias por las sonrisas, son un buen acompañamiento par mi segundo café. Abrazos
ResponderEliminarMuy bueno, me has hecho reir.......el loro nos salió muy "gallito".Besicos
ResponderEliminarGracias, amigo, por la sonrisa que nos has regalado...
ResponderEliminarNo habló pero aprendió...
ResponderEliminarMuy bueno.
Un abrazo.
No me extraña, los loros son demasiado listos.
ResponderEliminar🦅 ja,ja.
Abrazos.
Aprendió bien la lección.
ResponderEliminarBuena noche .
Un abrazo.
jajjajajajaja...
ResponderEliminarMenudo negocio. Yo compré una cotorra en el Corte Ingles, una psitacuri crame o algo así. Nunca habló, pero era imposible hacer la siesta con su chillido infernal. Duro casi veinte años.
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